jueves, 27 de mayo de 2010

LA ARQUITECTURA



Arquitectura es, para la RAE, Arte de proyectar y construir edificios. Luego enumera varias acepciones que especifican: arquitectura militar o arquitectura naval, por ejemplo; y otra acepción que atiende al uso de la palabra en el contexto de la informática, y cuyo origen es en rigor figurado. Si embargo, aquella primera acepción: Arte de proyectar y construir edificios, es la única que puede entenderse tan antigua como la arquitectura misma.

Suelo defender la tesis de que la arquitectura acaba antes de la construcción, y vuelve a comenzar (por ser gráficos) luego de la misma. O sea, que ni la construcción en sí ni el propio edificio ya construido constituyen la arquitectura.


Admito que la tesis suena algo caprichosa: Algo así como “La arquitectura no es”. No creo que sea una verdad, sólo me permite exprimir ideas que creo me acercan más al concepto de arquitectura tal como la estudiamos y practicamos. Al menos me acerca más que la definición tan rigurosa y certera de la RAE, que a simple vista (sólo a simple vista) resulta muy apropiada para nadie, como un sombrero con dos copas.

La tesis se basa en experiencias muy cotidianas que tienen que ver con ésta en particular: Yo que escribo sobre la arquitectura y no construyo, tú que lees y aprecias planos y fotos en una pantalla. Yo que mucho leo y aprecio fotos y planos en mi pantalla. Le Corbusier que escribe El Modulor y se muere sin conocer la primera obra en que lo usó. Tú que no dudas (ni yo tampoco, ni Amancio Williams) que la Casa Curutchet sea una obra de Le Corbusier.

Podría uno entender que: Vale, en ciertos casos la construcción y el edificio no integran la arquitectura que aprecio. Entonces la paradoja se reduce a una mera regla con excepciones. Pero entonces, ¿cómo llamar a la disciplina que trata sobre cuestiones que atañen al proyecto y construcción de edificios?, y también: ¿En qué arte se inscribe el diseño de una casa para crear la escenografía de una película de Pixar?

Más allá de todos estos quizás rebuscados argumentos (no tan rebuscados en tanto condicionan la percepción cotidiana de la arquitectura), está la evidente evolución que experimenta la arquitectura como disciplina y como profesión. La tendencia a la industrialización total de la producción de edificios conlleva la desaparición paulatina de la idea de construcción asociada a la arquitectura tradicional. Por ejemplo, ¿podemos decir que un coche es construido en cierto momento y cierto lugar? Quizás sí tratándose de un prototipo, un Fórmula 1 o la limusina de un rey exótico. Pero si se trata del Ford tal o del Renault cual, de esos que son todos parecidos entre sí, la respuesta es sencillamente no. La cadena de producción de estos coches es tan extensa e intrincada, recorre tantas fábricas y talleres en todo el mundo, que sería imposible establecer en qué sitio y en qué momento un coche dejó de ser un proyecto y la lista de aquellos materiales con que iba a ser construido.